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Año: 2025 , Número: |
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NO PODEMOS (NI QUEREMOS) SER NEUTRALES porque en nuestro mundo injusto, ni por asomo equitativo, enfrentado y violento, no tomar parte es posicionarse a favor del vencedor. No queremos por ello salir en la foto de este mundo más que al lado del necesitado, del perdedor; y es que la escuela que defendemos es compensatoria o no es escuela.
Educar(NOS) siempre implica tomar partido: por unas ideas, por unos valores, por una manera de mirar el mundo y de situarnos en él. No hay acto educativo que no sea una elección. Cada palabra, cada silencio, cada decisión metodológica o gesto cotidiano encierra una postura ética y política. Enseñar es intervenir. Y optar, nunca es neutral.
En una época que glorifica la apariencia de objetividad, la neutralidad se presenta como prudencia. Pero bajo su superficie calma suele esconderse la renuncia al pensamiento crítico, el miedo al conflicto o la comodidad del statu quo. Ser neutral es aceptar que las cosas sigan igual, es cerrar los ojos ante la injusticia, es enseñar que la desigualdad no tiene remedio. Cuando un aula se blinda frente a la realidad, cuando evita lo incómodo, enseña la peor lección posible: que mirar hacia otro lado también es una forma de educar.
No se trata, claro, de imponer ideas ni de convertir la escuela en una trinchera ideológica. La educación democrática no adoctrina: dialoga. No domestica: despierta. La escuela que queremos es la que habla con rigor, escucha con respeto y enseña a argumentar, la que abre las ventanas al mundo y ayuda a comprenderlo sin miedo. La que distingue entre los valores que sostienen la convivencia —la justicia, la igualdad, los derechos humanos, la paz, la sostenibilidad— y los contravalores que los amenazan. La que enseña que la dignidad no admite matices y que la verdad no puede quedarse a mitad de camino.
Por eso decimos, con serenidad y convicción, que no podemos ni queremos ser neutrales. Queremos una escuela, como nos dice en este número Jaume Trilla, que sea mejor que la sociedad de la que forma parte: más justa, más solidaria, más inclusiva, más crítica y más bella. Una escuela que no se limite a preparar para el futuro, sino que ensaye ya, en su interior, la sociedad que anhela. Que eduque en la conciencia crítica, en la palabra compartida y en la esperanza. Que enseñe a mirar los hechos, a escuchar las voces que no suelen oírse, a preguntarse por qué las cosas son como son y a imaginar cómo podrían ser de otro modo.
En esa tarea no hay neutralidad posible, ni la queremos.
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