Enseñanza

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  • Alfonso Díez
Posted: Jue, 2012-11-29 21:41

Buenos maestros frente a leyes malas

Leo unas recientes declaraciones del famoso psicopedagogo e ilustrador Francesco Tonucci "Frato" -amigo milaniano con el que hemos compartido inolvidables encuentros- en el periódico semanal de educación Magisterio (14/11/2012) a propósito de la próxima ley de educación, la LOMCE, en las afirma, a modo de sentencia, que "Ni las leyes, ni las TIC: sólo lo maestros salvarán a la escuela". Una verdad que suele salir a la palestra en tiempos de reformas educativas, y dado el amplio número de las que llevamos en el cuerpo, hemos tenido ocasión de oírla y leerla con harta frecuencia.

Los legisladores suelen sublimar en los preámbulos de las grandes leyes, las orgánicas, con indisimulada demagogia, la figura  del maestro o profesor, del docente, para, por otro lado, responsabilizarle de los resultados educativos, encareciéndole a cumpla celosa y obedientemente, como probo funcionario, la ley educativa de turno, sustrayéndole así buena parte de la libertad e inciativa pedagógicas que le son consustanciales a su oficio.  Lo cierto, es que los maestros, para bien o para mal solemos estar en el punto de mira de politicos, teóricos y pensadores.

Curioso oficio el nuestro. El mismo Tonucci se sorprendía hace años -Educar(NOS) nº 8, octubre-diciembre, 1999 - de que la profesión de maestro o enseñante fuera la única -o de las pocas- para la que no se exigía una formación profesional previa. Aquí a un titulado universitario, por el hecho de serlo, se le supone, como el valor al soldado o al torero- capacidad y competencia para enseñar y ¡hasta educar!. Luego pasa lo que pasa...

Más aún. Generalmente, un buen profesional (piénsese en cualquier oficio) utiliza sus conocimientos, habilidades y experiencia para hacer mejor su trabajo cada día, hasta  convertirse en un auténtico experto o maestro en lo suyo. Nadie le dice lo que tiene que hacer, sino que aprende de los demás, experimentando y estudiando para ponerse al día. Sin embargo, esto no ocurre con los maestros, amenazados por la "espada de Damocles" de los "sabios" y teóricos que saben más y piensan por ellos, pero que nunca practican su "ciencia" en cualquier aula o escaparon pronto de ellas. Así que lo que "más saben" resultan que nunca están donde se los necesita. Incongruente, ¿no?

Volviendo a la afirmación inicial. Yo sí creo, ciertamente, en ella, pero con buenos maestros, los mejores posibles, bien preparados y convencidos del sentido de su trabajo y la responsabilidad que conlleva; valientes para afrontar las dificultades de una profesión apasionante y desinteresada, aunque difícil, incómoda y a menudo ingrata o desacreditada socialmente, pero que, efectivamente, proporciona grandes e íntimas satisfacciones, como ocurre en las demás actividades de la vida, sobre todo las creativas, que aúnan pasión, entrega y entusiasmo a partes iguales. Con maestros y maestras así cualquier ley educativa, incluso mala, puede dar buenos resultados. Y al contrario, una buena ley sin buenos maestros se queda en papel mojado.

El maestro se mueve en el filo de la navaja de lo ético y lo legal. Por eso, quien le paga le ordena cómo y a quién debe enseñar, que no suele ser, precisamente, el más necesitado, el más desfavorecido, sino el que viene nutrido de los principios del arribismo y la competitividad. Y, claro, aquí el buen maestro debe optar, por uno o por otro.

Alfonso Díez. 29-11-2012

   

 

 

 

MALOS TIEMPOS PARA LOS BUENOS MAESTROS

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  • 11/25/09
  • Jue, 2012-12-06 22:18

Tienes razón, Alfonso. Y eso que a mi me gusta decir que "nos pagan pa'l último" (y no para sacar a los excelentes). Pero es verdad, al pagador ya hace tiempo que eso le importa un pito. Si no, ya hubiera acabado con la vergüenza del fracaso escolar.

Aquí tenéis el enlace con la opinión que citas de Tonucci:

 

El prestigioso psicopedagogo italiano Francesco Tonucci habla sobre la LOMCE