Año: 2005 , Número: | |
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Los libros de texto son los que han salvado a los profesores, acosados por las últimas reformas educativas. ¡Benditos sean!
Y los libros de texto han servido de muro contra el que estrellarse todas las reformas. ¡Malditos sean!
A ver, si no, ¿dónde iban a formarse los profesores cada vez que los políticos se decidieran a cambiar la educación de este país? ¡Y lo deciden con demasiada frecuencia en estos 35 últimos años! Sin embargo, nunca cambian a fondo la formación del profesorado; así que las reformas se les vienen encima a los enseñantes. ¿Y qué van a hacer? ¡Refugiarse en los libros de texto y en las guías para el profesor! Las editoriales escolares han dado más cursillos que el Ministerio para implantar la EGB, la LOGSE y las demás leyes de estos años. Y, encima, facilitan programas informáticos para rellenar todos los formularios, para confeccionar todas las programaciones y hasta los idearios de los centros. ¡Benditos sean, pues, los editores! ¡Con razón se han hecho tan ricos!
Pero, a ver ¿cómo va a ser posible construir el aprendizaje -en vez de transmitirlo-, si en el libro ya vienen hasta los ejercicios? ¿Dónde queda la creatividad y el esfuerzo de los centros? ¿Qué fue del proyecto LOGSE de concretar un diseño curricular básico, abierto y flexible en la propia aula? ¿Y del amor al libro? La escuela inculca que se trata de folletos de pintarrajear, usar y tirar, porque no sirven ni para los hermanos pequeños. ¡Maldito sea el negocio librero! ¡Y ojalá se extienda el uso colectivo de pocos libros por aula! Ni siquiera el préstamo escolar de los textos.
Esta es la paradoja de los textos escolares: ¿merecen bendición o maldición? Puestos a maldecirlos, ¿los profesores serían capaces de suplir su falta? Y, puestos a bendecirlos, ¿se atreverá alguien a medir su parte de culpabilidad en el fracaso, precisamente, de la LOGSE?
Pero llegan dos interlocutores más: las Comunidades autónomas, dispuestas a hacerlos gratuitos para las familias, y los ordenadores personales, con sus mil posibilidades nuevas de aprendizaje. Las autonomías no amenazan demasiado a los editores. Simplemente, pagarán ellas los libros y, otra vez, igualdad para todos a la baja. Es decir, a los ricos, gratis lo que podían pagar; y a los pobres, más libros infumables en su situación. No es la falta de libros, sino la incapacidad de su estudio, lo que duele. Los ordenadores sí que duelen mucho a los libreros y al sistema educativo tradicional (medieval y sostenido por Gutenberg), tal vez, pronto en crisis.
Mientras discutimos, contemplemos la imagen. Esta mañana cruzaba el paso de cebra una niña pequeña y, de la mano, su padre. La acompaña al colegio. Ella arrastra un carrito rodado lleno de sus propios libros. En la mochila serían un riesgo para su columna vertebral (también propia). Pues bien, ¡esto es una estupidez masiva!
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