A GIAMPAOLO MEUCCI
Calenzano, 19.12.52
(Escrita después de una de las conferencias de los viernes en la escuela popular, seguidas de un coloquio. Meucci, magistrado, había hablado del derecho a la huelga).
(LPB, 17-18 y M.Lancisi, 127-8).
Querido Gianni:
gracias por haber venido. No te olvides de que me prometiste ese libro francés sobre los sindicatos.
Tenías aire de fastidio por mis estúpidas preguntas sobre el sabotaje.
Pero no había nada de malo. Desde la tarde anterior ya había dado orden a los chicos de hacer como si no comprendieran la diferencia entre la huelga y el sabotaje. Un poco por hacerte hablar a ti, otro poco por dar rabia a dos o tres extraños a la escuela (Democracia Cristiana, naturalmente) que vinieron esa tarde como se va al teatro, aunque siempre viven fuera del trabajo y de los problemas. Y otro poco porque la verdad es que yo todavía no veo ninguna diferencia.
Además sucede (lo que generalmente no comprenden quienes ven nuestra escuela por primera o segunda vez) que la escuela viven ya desde hace casi seis años. Es ya algo más bien compacto. Cuando ves a otro una sola vez y luego nunca más, te toca no decir chorradas, o nacen malentendidos. Sin embargo, cuando el contacto es de dos o tres horas diarias durante cinco años (y no dos o tres horas de ping-pong o de discusiones sobre el Giro de Italia, sino dos o tres horas de ¡e s c u e l a!) entonces no hay forma de decir chorradas suficientemente gordas como para estropear nada. En este caso el único peligro es el de no ser cristiano, porque si uno lo es, tarde o temprano se transparenta aun sin buscarlo aposta.
Estas son las razones por las que yo en clase escupo siempre cuanto me pasa por la cabeza sin cuidado de que estén presentes viejos o niños, democristianos o comunistas.
Al final mis chavales pensarán como yo. Y esto es maravilloso si logro hacerme cristiano; trágico si no lo logro; pero ya ves que el problema es puramente interior y el decir cosas más o menos edificantes está completamente superado.
En resumen, moraleja de la fábula: muchas escuelas populares y pocos cines parroquiales y actividades recreativas, o mejor ninguna, y verás como en pocos siglos el mundo será cristiano.
En resumen, que tú eres benemérito en la venida del reino de Dios, que ciertamente vendrá por medio de la escuela, y por eso te doy las gracias y te ruego que vuelvas pronto a enseñarnos a divorciar. Soy tuyo
Lorenzo
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