Año: 2017 , Número: | |
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El rapto universitario de la Escuela de Barbiana y de Lorenzo Milani está casi a punto de cumplirse. Había sido el objeto de nuestros deseos y lamentos durante 36 años: los 20 de Educar(NOS) [1998-2018: nº 80] y los 16 del Boletín del MEM [1982-1997: 63 nn.]. Son 36 años de quejas e improperios contra los señores profesores y profesoras de Magisterio y Pedagogía de toda España, que ni acusan recibo del mensaje de la escuelilla que, en el 67, redactó una Carta a una profesora (de Magisterio precisamente). Medio siglo, y aquellos zagales serranos han sido traducidos a más de 60 lenguas africanas, asiáticas y occidentales. Pero aquí, ni caso.
Y eso que el fracaso escolar en España no ha parado en 40 años de democracia. Seguimos en la cola de la Unión Europea. Y para denunciarlo y corregirlo se escribió aquella Carta (aquí: a una maestra). Y para algo más: para avisarnos a todos de que la cultura de Pierino, el pijo universitario triunfador desde párvulos en la escuela selectiva y clasista, estaba hueca. No conectaba con la realidad de la masa humana del planeta. Puede que esa sea la causa del mutismo universitario.
Pues bien, los días 23 y 24 de noviembre de 2017, la Universidad Pontificia de Salamanca ha dedicado su Cátedra Calasanz al medio siglo de la Carta y de la muerte de Milani: un seminario de investigación, con 12 ponentes y 50 colegas inscritos de toda España, abierto a los alumnos y a todos.
Acto seguido, el día 30, la Universidad de Sevilla dedicó una jornada a la Carta y al fracaso escolar en Andalucía. Y, antes, el 3 y 4 de mayo, en las universidades de Vic y de Girona también recordaron este 50 aniversario.
Y ahora, sin embargo, al ver y oír a los doctores en el Aula Magna, como en Salamanca, o en un salón de actos abarrotado de estudiantes, como en Sevilla, sentimos escalofríos. ¿No será éste el rapto de Milani y de Barbiana?
También hace poco, el 20 de junio, el papa Francisco subió a Barbiana y muchos temieron que la Iglesia, que lo menospreció y mandó al exilio, quisiera recuperarlo para sí. Pero Francisco subió, como es él, a reconocer y a respetar a aquellos pobres que, mudos y olvidados, había hecho hablar el cura Lorenzo Milani. Y subió también a corregir el desdén con que la Iglesia los trató, a él y a ellos.
Un tono similar al de Francisco se respiraba en Salamanca. Humilde y ¡entre amigos! Aunque ver a Milani en el estrado de la cátedra… estremece. Los doctores estamos acostumbrados a otra cosa: a desmenuzar y a buscar los síntomas y las sintonías de cada pensamiento… y a señalar lo que falta y lo que sobra.
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