Año: 2005 , Número: | |
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“Y en este siglo, ¿cómo quiere amar si no es con la política,
el sindicato o la escuela?”
(Alumnos de Barbiana, Carta a una maestra)
En un país como el nuestro, de escasa tradición y cultura sindicales, los sindicatos provocan, cuando menos, no pocos recelos y desconfianzas. Se suelen ver como alternativas fáciles para mediocres que no tienen otra forma mejor de ganarse la vida o de medrar socialmente. Nada más injusto, sin embargo, si nos remontamos a sus orígenes y a la propia etimología de la palabra. El diccionario define sindicato como “junta de síndicos”, siendo éstos “personas elegidas por una comunidad o corporación para cuidar de sus intereses”. En una segunda acepción, sindicato significa “asociación formada para la defensa de intereses económicos o políticos comunes a todos los asociados”.
La historia del sindicalismo, más concretamente, la del movimiento obrero, está llena de sangre, sudor y lágrimas. A menudo, se olvida que las mejoras sociales y laborales que hoy disfrutamos son arduas conquistas que han costado siglos o largos años de luchas y conflictos, dejando por el camino muchas vidas y sacrificios, tanto personales como colectivos. Falta una pedagogía de los derechos que destierre la idea de que éstos son concesiones gratuitas que se adquieren por el simple hecho de nacer. Nada más lejos de la realidad. Basta una mirada a nuestro mundo para comprender que sólo una pequeña parte de la humanidad goza de los llamados derechos fundamentales, disfrute que no es eterno, dicho sea de paso, ya que muchos pueblos y países lo han perdido en involutivos procesos sociopolíticos de trágicas consecuencias. Deberíamos tomar nota, por si vienen mal dadas.
Sin embargo, en Barbiana se sentía un gran respeto por los sindicatos, a los que se consideraba, junto a la política y la escuela, instrumentos fundamentales para luchar pacíficamente por una sociedad más justa e igualitaria, ya que representaban el ámbito idóneo donde se podía desarrollar lo mejor del ser humano, la generosidad y la solidaridad, frente al egoísmo individualista de la cultura burguesa.
En la enseñanza, el sindicalismo español tiene una corta vida, poco más de un cuarto de siglo. Nace en plena transición política y hasta 1987 no se celebran las primeras elecciones sindicales. Es un sindicalismo muy desigual que va desde el más conservador y corporativista hasta el más genuinamente utópico y reivindicativo.
Educar(NOS) tenía este asunto pendiente y lo aborda en este monográfico con la pretensión de ofrecer una panorámica veraz del sindicalismo docente en la sociedad actual: organizaciones, representatividad, legislación, funcionamiento, reivindicaciones, mesas de negociación, etc., así como diversos enfoques que profundizan en la cuestión y abren el debate hacia lo que es y será el modelo sindical de la enseñanza en el siglo XXI.
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