Año: 2011 , Número: | |
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Animar a leer a todo el que se arrime (y sobre todo en la escuela) puede que sea nuestro primera obligación educativa y la mayor alegría posible mientras nos educamos con los demás o hacemos de maestros y profesores de cualquier nivel. Un placer tan enorme como el de enseñar a leer la primera vez. Puede que un día, alguno de nuestros alumnos (o de nuestros hijos) diga solemnemente delante de todos al recibir el Premio Nobel como Vargas Llosa: “aprender a leer es lo más importante que me ha sucedido en toda mi vida”.
Pero al empezar a pensar en esto nos asalta una duda: ¿ la lectura resistirá en este mundo de imágenes que poco a poco nos invade? ¿No dicen que ya el homo sapiens es ahora el homo videns? Pues no nos gusta esta polémica a la defensiva. Analfabetos siempre los ha habido y los habrá, en cambio una civilización de mudos no parece verosímil. Más aún, la gente no para de hablar, hasta los ves solos por la calle conectados a su teléfono móvil de solapa. Así que seguiremos viviendo y naciendo en el diccionario, como en la propia cuna y en la propia casa. Cada palabra fija en nuestro interior una herencia humana de siglos: niño, viejo, madre, fuego, viento… felicidad, alegría, desgracia, miedo. La palabra es el hogar del ser cuando viene a la idea, y mucho del ser ha venido ya a nosotros ¡y aún queda! Pero lo bonito es que, según aquellos griegos amantes de saber, ni la imagen amenazó nunca a la idea, ni ésta – ni el concepto – atentaron contra las sombras de la caverna. Al contrario, las ideas puras se dejaban vislumbrar por sus sombras. Sombras nada más, es cierto, pero de la verdad, del bien, de la belleza y del ser más real, recordado y añorado por nuestras almas…
Más aún, idea deriva del griego ver (orao, eidon). Es algo visible. Cientos y cientos de palabras lo son y hasta se mueven, como los verbos (traer, llevar, conseguir, comprender…) ¿no ves, lector, cómo se mueven?
El único verdadero enemigo de la lectura es quien trate de huir con ella de las imágenes, en vez de fabricarlas y multiplicarlas en medio de los renglones de un libro. Ver, mientras se lee, es el tesoro que guardan los niños hasta que se lo robamos con la manía de si entienden o no. ¿Va a ser más inteligente un ciego porque entiende y no ve? No, su maravillosa inteligencia será ver lo que nosotros no veremos nunca. Lo que seguramente veíamos de niños hasta que perdimos las ganas y la agilidad para ver las palabras y moverse los verbos. Leer, del latino légere, también es elegir. Elijamos ver mientras leemos, en busca de lo más verdadero, no sólo la opinión aparente.
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Comentarios
1 comment posted... pero el caso es leer