Año: 2018 , Número: | |
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Sexo en la escuela siempre hubo. En las mentes y en los actos del alumnado y también – ¡ay! – en el absentismo y en la mano izquierda del profesorado. Pero Educar(NOS) en sus 20 años de existencia no ha tocado nunca este asunto, y se dice pronto. Más otros 20 anteriores, suman los 40 de nuestra democracia (1978). Se ve que, junto a tantos otros españoles, creímos que la libertad y el progreso moderno bastarían para sanear una sexualidad tan reprimida por el franquismo y por la Iglesia durante otros 40 años más previos a estos, a base de censura y de amenazar pecado por todas partes, y a la mínima.
Y, sin embargo, no ha sido así y ahora nos sentimos frustrados: o sea, que cuando ya nadie reprime y todo es lícito y al alcance de cualquiera, ¿aún siguen los tabúes, los abusos y los delitos sexuales? ¡Qué chasco tan grande! La actualidad televisiva nos atiborra de casos cuya punta simbólica ha sido una manada de 5 jóvenes que fuerzan en grupo a una chica durante los sanfermines de 2016. Pero suma y sigue mucho más: acoso entre colegiales, abuso de menores hasta por parte de curas, obispos, profesores y parientes próximos a los niños, pederastia a barullo en Internet y raptos callejeros y violadores infantiles en serie.
Habrá quien diga que tanta libertad ha sido hasta peor. Y, otros, que la culpa es de las nuevas tecnologías, que enseñan y dan ideas (perversas) y maleducan a una juventud más sana y viajera que nunca, capaz de soportar estoica en su familia dos o más padres – o madres – sucesivos (y hasta simultáneos y en pareja).
Educar(NOS) insiste en que la médula de nuestra madurez y crecimiento son las relaciones vivas y personales, y la mayoría son extraescolares, porque educir y aprender no coinciden. Cualquier reforma “educativa”, familiar, escolar o como sea, depende de afinar bien nuestras relaciones. Las que ya tenemos y las nuevas que se ven, por ejemplo, desde la ventana de la escuela. Para eso sirve, para otear la naturaleza, los prójimos y los muchos misterios de la vida.
Ay, si nos convenciéramos de que nuestro sexo sirve a la más sublime de todas las relaciones, ¡la del amor y la amistad! El sexo solitario (o a máquina, nada de virtual, sino bien real) o el sexo anónimo con desconocidos aparecerían en su ridículo vacío como añoranza de la mejor relación humana… Y entonces, sería auténtica educación sexual la del amor y todo su cortejo: la ternura – mucha –, el respeto y hasta el perdón mutuo. La clave de nuestro educar(NOS) cotidiano.
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Comentarios
1 comment postedNúmero necesario que, por fin, abordamos, aunque con ciertos temores, pero que ha suscitado un gran interés y amplia participación, a juzgar por la cantidad y calidad de las clolaboraciones.